jueves, 22 de enero de 2009

Matar a Obama (con perdón)

El mundo está patas arriba. En él, si tienes una posición privilegiada, puedes pisotear al resto sin ningún tipo de consecuencias. El mundo se ha ido a la mierda, como diría Fernando Fernán Gómez, y, ¡no pasa nada!
Todo nos da igual o eso parece. Nos hemos convertido en espectadores con la capacidad de no mover ni una ceja ante la pantalla, de quedarse quietos, inmóviles, sin pestañear ante la realidad, por mucho que apeste. Hemos evolucionado hasta seres insensibles, con ojos que no se inmutan ante la violencia, el sufrimiento, la muerte, la crueldad y el ensañamiento con los ajenos… ¿Qué tiene que ocurrir para que cambien de una vez las cosas, para mejor?
Obama tiene que morir (Santo Tomás ya justificó el tiranicidio pero se trata, exactamente, de la postura antagónica que contempla la Summa Theologiae). Hay que matar a Barack Hussein Obama, justo ahora, cuando todas las miradas, corazones y esperanzas del mundo están puestas en el primer propietario negro de la Casa Blanca. Hay que matar a Obama antes de que se rinda al Imperio, como dijo otro que vivirá aunque muera, Fidel Castro. Hay que hacerlo antes de que él (Obama, no Castro) acabe con la raza humana mediante una sobredosis de decepción, que llegará, inevitable, cuando comprobemos que ni el presidente de Estados Unidos puede arreglar las cosas.
Nuestro tiempo busca, desesperadamente, la solución a un mundo que hemos jodido entre todos. La muerte de Obama, en un plano absolutamente teórico y desesperado, pudiera servir, como sirvió a otros movimientos revolucionarios la muerte de sus líderes, para sentar las bases de un cambio global que arranque de cuajo las raíces que la sociedad capitalista, tan profundamente, ha enterrado bajo los hogares de la clase media.

*Esta disertación no propone ni justifica, en ningún momento, el asesinato. Todo pertenece a la cultura que bebe en la barra del único bar que sigue abierto a estas horas.

lunes, 19 de enero de 2009

Terrorista el que lo lea

El terrorismo (dominar por el terror, infundir terror) es un concepto traicionero porque su significado varía en función de quién lo utiliza. Estados Unidos, tras el 11S y bajo el paraguas de impunidad denominado Guerra Global contra el Terrorismo, ha invadido Afganistán e Irak, además de inflar la xenofobia contra los árabes. En España, los políticos tampoco se andan con tonterías a la hora de “tirarse los muertos encima de la mesa” y no han sido, ni una ni dos, las veces que los españoles han acudido a las urnas con la amenaza terrorista en sus corazones. Se habla con tanta facilidad de esos muertos… civiles inocentes, como tú o yo.
La actividad de Israel sólo tiene un nombre: terrorismo. Y mientras nadie, en su sano juicio, justifica los atentados terroristas, hay otros (políticos, jueces, periodistas… ciudadanos “de bien”) capaces de justificar la crueldad que los sionistas están gastando en Palestina. Uno de los argumentos más contundentes utilizado por los defensores de esta forma encubierta de terrorismo (de Estado) es que “los palestinos votan a terroristas”. ¡Con lo qué se le llenaba la boca a Occidente con los comicios electorales en Palestina! Ahora, esos mismos exportadores de la democracia, son incapaces de respetar a Hamás, la opción política elegida mayoritariamente por los palestinos en 2006.
Hamás es una “organización terrorista”, ¿para quién? Para Estados Unidos (también para la Unión Europea, Japón, Canadá y Australia), que tiene un listado de bandas terroristas en el que también se encuentra Al Qaeda… Esa lista es pura propaganda, porque la verdadera información que manejan los servicios de inteligencia es secreta. Hamás, para los palestinos, en las últimas décadas de derramamiento de sangre inocente, ha representado la última red social de asistencia ante los ataques de Israel. Mientras Fatah se corrompía y se olvidaba de su pueblo, Hamás era la única fuerza capaz en Palestina de ayudar a la población civil bombardeaba y de organizar la resistencia contra el enemigo. Después de su derrota electoral en 2006, Fatah rechazó formar un gobierno de unidad nacional con Hamás y de desató una guerra interna, con enfrentamientos en las calles de Gaza y Cisjordania. Algunos comprenden esta postura de Fatah porque renunciar al poder supone renunciar a la imprescindible ayuda exterior: “La comunidad internacional se negó a prestar ayuda financiera o reconocimiento legítimo al gobierno de Hamás, debido a que esta organización se niega, hasta el momento, a aceptar los tres puntos básicos exigidos por la ONU para avanzar en el proceso de paz: el reconocimiento del derecho de Israel a existir, renunciar a la violencia terrorista y aceptar los Acuerdos de Oslo” (Wikipedia).
Es curioso como los que justifican las guerras, las invasiones y los bombardeos a población civil, son los mismos que persiguen a los terroristas por todo el mundo… ¿No pretenderán estos gobiernos extender su dominio mediante el terror?

ARTÍCULO RELACIONADO: Terroristas impunes, EL GRAN WYOMING


sábado, 10 de enero de 2009

¿Por qué no cambiamos lo que no funciona?

El sistema monetario, creado por los grandes bancos internacionales, nos ha condenado a un materialismo intelectual que nos consume (pudre) desde dentro. Es un sistema que agota la esperanza de los seres humanos como raza y, con ella, agota también el mundo que habitamos. Hemos basado nuestra sociedad en la naturaleza humana más primaria y nos hemos olvidado del comportamiento, también humano, ético y decente. Somos competitivos hasta cruzar los límites de la corrupción y la mentira y, sobre estas líneas, hemos construido una sociedad de la que nos vanagloriamos tontamente. Hemos expulsado la confianza de nuestras relaciones sociales y en su lugar hemos implantado un extraño concepto de seguridad. La misma seguridad que resta derechos civiles y que malgasta recursos, que podrían dedicarse a resolver verdaderos problemas como el hambre, la pobreza o la enfermedad. Nos olvidamos de lo relevante porque nos enseñan a no cuestionar nada. Con ello, intercambiamos nuestro pensamiento crítico por más seguridad, la que proporciona un puesto de trabajo que asegure el dinero necesario para costearnos un estilo de vida. Es la esclavitud moderna, la esclavitud económica que genera el dinero. Y es algo incomprensible porque disponemos de la tecnología necesaria para automatizar múltiples procesos de producción, liberando así a la mano de obra y desterrando para siempre el dinero de nuestras vidas.
Pero preferimos malgastar nuestros esfuerzos y recursos en guerras, en destruir hasta lo más preciado e irremplazable: la vida y el medio ambiente. Para la puesta a punto de la bomba atómica, por ejemplo, Estados Unidos financió con un presupuesto sin límites a miles de científicos. ¿Qué hubiera pasado si, en lugar de encargarles un arma de destrucción masiva, les encomiendan desarrollar armas de crecimiento masivo? ¿Cómo sería el mundo ahora si ese grupo de profesionales hubiese recibido el cometido de construir una sociedad sostenible? Quizá, hoy, seríamos genuinamente libres e iguales, libres de la esclavitud del trabajo, de enfermedades, de la contaminación, de los accidentes de tráfico… Quizá, hubiéramos llegado a un mundo sin guerras, sin supuestos problemas de escasez y sin distinciones sociales.
Queda una solución. La más simple de todas: cambiar lo que no funciona. Hay que sustituir el sistema monetario vigente por una economía de recursos a escala global. El sistema monetario está basado en el dinero y la deuda, y fue fruto de un contexto histórico determinado. Este contexto ha quedado obsoleto y superado por la tecnología disponible, que es capaz de aportar la solución a los grandes problemas de nuestro tiempo: abastecimiento, energías renovables y no contaminantes, transporte eficiente… incluso la medicina se está beneficiando de la nanotecnología, sin olvidar el fin de la esclavitud moderna y de enfermedades endémicas como el hambre o la pobreza.
Ahora es el momento de cambiar, de pedirle a la clase científica que diseñe una sociedad mejor. La presente sólo sirve para perpetuar la guerra, la pobreza y la estratificación social, y con ellas el engaño masivo. No hay que olvidar que estos elementos existen por una única razón: porque son imprescindibles para la supervivencia de una élite (bancos), que corrompe todas las instituciones sociales (políticos, militares, la industria y la justicia, la enseñanza y la cultura…) con el único objetivo de mantener el status quo. Esto por no considerar que, la meta de esta siniestra élite, es completar la globalización hasta consolidar una dictadura mundial.
Desde la religión, comienza un mensaje que nos manipula hasta volvernos dóciles y sumisos ante una idea jerárquica del poder. Por su parte, la educación sólo produce individuos capaces de ocupar un puesto de trabajo, pero incapaces de desarrollar un pensamiento crítico. Todo está diseñado para que nadie cuestione el orden de las cosas, aunque se llegue a la conclusión de que ese orden es incorrecto. En el mercado laboral, sin ir más lejos, asumimos con naturalidad la competencia con nuestros semejantes y, en el mundo empresarial o de la política, esa misma competencia no titubea a la hora de traspasar los límites de la corrupción. Hasta los medios de comunicación sirven para aterrorizar a la sociedad de consumo, que reacciona como se espera: consumiendo hasta ridiculizar los conceptos imposible e innecesario. Nos tragamos lo que sea con tal de poder seguir comprando cosas, desde bienes y servicios hasta diversión, que también está a la venta.
Una vez más, olvidamos o nos hacen olvidar lo relevante.

*Los posos que dejó Zeitgeist

jueves, 8 de enero de 2009

Zeitgeist: el documental que La2 nunca emitirá

Sus dos partes suman casi cuatro horas de emisión. Pero el documental vale este tiempo y las horas de reflexión que sobrevienen tras su visionado. Para resumir, Zeitgeist es un despertador de conciencias que no deja títere con cabeza.
La primera parte se dedica a desmontar el pensamiento religioso con una argumentación a prueba de fanáticos; también habla de lo que nadie se atreve a decir sobre el mito del 11S y no se olvida de desnudar a una sociedad enferma, sometida a la dictadura del dinero. El trabajo aparece como una nueva forma de esclavitud bajo el dominio de una élite, que se beneficia de las guerras y la pobreza.
Después de desmenuzar un sistema corrupto y que, como se ha podido comprobar con el paso del tiempo, no funciona, la alternativa que queda es sustituirlo. Aquí, el documental señala el camino por el que los seres humanos debemos seguir progresando. Los políticos no van a darnos las soluciones, no saben cómo hacerlo y sólo la tecnología podrá sacarnos del atolladero. También hay que romper con los grandes bancos, los malos de esta historia. Ellos crean el dinero a través de la deuda y con ese dinero financian (corrompen) a políticos, instituciones y corporaciones para emprender guerras y derrocar regímenes adversos, con el único objetivo de crear un gobierno (imperio) mundial.
Nuestro deber como ciudadanos libres del mundo es detenerles. Hay que hacerlo porque si el poder corrompe, el poder absoluto es corrupto por definición. Antes de que sea demasiado tarde, estará en nuestras manos cambiar, porque disponemos de las herramientas y los conocimientos necesarios para crear, entre todos, una sociedad equilibrada y sostenible. Sobre cómo hacerlo y sobre muchas otras cuestiones corrosivas habla un documental que ni La2 se atreve a emitir.

Más información en su página:
http://thezeitgeistmovement.com//



La siguiente grabación se trata de un documental.

Las autoridades sanitarias aconsejan verlo con ojo crítico.

Su uso indebido puede causar intoxicación informativa aguda, paranoia y/o estrés postraumático.



Parte I:



Parte II: